Los magos del ‘glamour’ de Hollywood.


Una exposición de la National Portrait Gallery, en Londres, recuerda la labor de los grandes fotógrafos del cine

NACHO MENESES – Madrid – 21/06/2011

Ampliar imagenJames Dean con la mano extendida, puro hedonismo de luz sobre fondo negro; Marlon Brando contra una columna de hierro, musculoso, descarado e irresistible en camiseta blanca; Alfred Hitchcock de espaldas, genio del suspense, capaz de contener al poderoso león de Metro Goldwyn Mayer sin tan siquiera moverse de la silla que luce su nombre. Mucho antes de la llegada de Internet, cuando la televisión daba sus primeros pasos y no existía aún la ignominiosa sombra de los paparazis sobre los famosos, la magia, el misterio y la fascinación de Hollywood viajaban por todo el mundo gracias al trabajo de un selecto grupo de fotógrafos. Una labor que, pese de su innegable importancia, resultó desconocida durante mucho tiempo. Exactamente hasta la llegada de John Kobal, periodista, actor, autor y, sobre todo, coleccionista de los retratos que dan vida a Glamour of the Gods: Hollywood portraits, la nueva exposición de la National Portrait Gallery londinense.


La muestra, que abarcará del 7 de julio al 23 de octubre de 2011, bebe de los fondos de la Fundación John Kobal para mostrar retratos icónicos, o nunca vistos antes, de estrellas como Joan Crawford, Elizabeth Taylor, Rock Hudson, Joan Collins, James Dean o Marilyn Monroe; pero también instantáneas de filmes legendarios cuyo drama ha sido congelado por el tiempo. Así, Charles Chaplin y Jackie Coogan aún permanecen, desamparados, en aquella solitaria esquina de El Chico; Marlene Dietrich luce su mirada altiva en Manpower o Vivien Leigh emociona eternamente en Lo que el viento se llevó, retratados por casi 40 fotógrafos como George Hurrell, Clarence Sinclair Bull, Laszlo Willinger o Bob Coburn. Un material que, para garantizar una mayor difusión, carecía de derechos de autor y daba lugar a pósters y tarjetas promocionales que debían incluir el argumento de la película o ser lo suficientemente dramáticas como para atraer el interés de la gente en una sola imagen. Retratos que dotaban a los actores de un aura de misticismo e inaccesibilidad que venía muy bien para los intereses de una industria que, entre 1920 y 1960, ejerció un absoluto control sobre la imagen de sus estrellas.

La historia de John Kobal (Linz, Austria, 1940-Londres, Inglaterra, 1991) con Hollywood empezó en la posguerra. La zona donde vivía estaba ocupada por tropas estadounidenses, y él solía ver todas las películas que proyectaban para los soldados. Quedó fascinado por todo lo que fuera americano, y «empezó a coleccionar revistas de cine, hasta el punto de que su padre se hartó y se las tiró todas», cuenta Simon Crocker, comisario de la exposición, por vía telefónica. John tenía 10 años. La familia emigró a Canadá y su devoción no había hecho más que empezar.

Breve carrera como actor

Tras una breve y poco exitosa carrera como actor en Inglaterra a principios de los sesenta, en la que siguió aumentando su colección de fotografías y recuerdos de Hollywood, llegó finalmente a la costa oeste de Estados Unidos como corresponsal de la BBC, «en una época de profunda transición en Hollywood. Los estudios estaban siendo vendidos a grandes multinacionales que tenían poco interés por la historia de la industria del cine», dice Crocker. «Se estaban deshaciendo de todo el material publicitario, y John se lo llevó completamente gratis. Para ellos, resultaba increíble que alguien se interesara por ello». MGM tuvo que vender todo: archivos, videoteca… La televisión se convirtió en un tremendo competidor que acabaría por superarles, y los grandes estudios habían dejado pasar la oportunidad de involucrarse en el caballo ganador. Acostumbrados a controlar todo el sistema, se vieron obligados a elegir entre distribución o exhibición, y el poder pasó de los estudios a las estrellas: «La televisión hizo que los actores tuvieran el poder, porque les necesitaban. De repente, se dieron cuenta de que ya no tenían la necesidad de firmar largos contratos con ningún estudio, sino que estaban en el mercado y podían elegir libremente», sostiene Crocker.

John Kobal escribió para la revista de The Sunday Times y otros periódicos que necesitaban fotografías como las que él poseía. Y aunque al principio su interés estaba en las estrellas, pronto «se interesó por los hombres detrás de esas imágenes, casi todos aún vivos y localizables. Fue John quien se dio cuenta de su importancia, en una época en la que a nadie le importaba un carajo quiénes eran», apunta el crítico John Russell Taylor. Para Crocker, «lo que [estos fotógrafos] hacían era reconocido por los departamentos de promoción. Su labor era crucial para Hollywood, que les respetaba y les pagaba muy bien». Pero no obtenían ningún tipo de reconocimiento público; algo que llegaría finalmente de la mano de Kobal, que publicó 30 libros y organizó más de 40 exposiciones por todo el mundo.

Amigo de Andy Warhol, con quien intercambió numerosas fotografías, Kobal formó la fundación que lleva su nombre en 1990, un año antes de morir en Londres por culpa del SIDA. A ella donó unos 18.000 negativos y 3.000 imágenes de las que había acumulado a lo largo de los años, y lo hizo con el objetivo de promover el trabajo de fotógrafos emergentes y apoyar el conocimiento y los avances técnicos en la fotografía y el retrato; algo que hicieron primero a través de un premio de retrato en colaboración con la National Portrait Gallery de Londres (de 1992 a 2002), y también a través de diferentes becas que otorga la fundación.

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Tomado de: El Pais.com

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