Arte paleolítico. Los primeros artistas

8 febrero, 2015

La mayor innovación en la historia de la humanidad no fueron ni las herramientas de piedra ni las espadas de hierro, sino la invención de la expresión simbólica por parte de los primeros artistas.

Por Chip Walter, enero de 2015

Unos científicos toman muestras del techo policromado de la cueva de Altamira
Unos científicos toman muestras del techo policromado de la cueva de Altamira, decorado con animales pintados hace entre 19.000 y 15.000 años. Los símbolos abstractos del techo suman al menos otros 20.000 años de antigüedad – Foto: Stephen Alvarez. Fuentes: Museo de Altamira, Ministerio de Educación, Cultura y Deporte

Es como si nos adentrásemos en la garganta de un animal gigantesco. La pasarela de metal por la que avanzamos es como una lengua que asciende suavemente y se interna en la oscuridad. El techo desciende, y en algunos puntos las paredes de la cueva se juntan hasta rozarme los hombros. Después, los flancos de roca caliza se separan y entramos en el vientre de una amplia cámara. En ella aguardan los leones de las cavernas.

Y los rinocerontes lanudos, mamuts y bisontes, una colección de fieras antediluvianas que corren en estampida, luchan, acechan en silencio sepulcral. Fuera de la cueva, donde ha quedado el mun­do real, ya no existen. Pero este no es el mundo real. Aquí los animales siguen vivos en las sombras y hendiduras de los muros.

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Desarrollada una ‘lanzadera’ para llevar fármacos hasta el cerebro

8 febrero, 2015

La molécula ‘se cuela’ aprovechando la necesidad de hierro de las neuronas.

EMILIO DE BENITO | Madrid
6 FEB 2015 – 10:11 CET

Detalle de cerebro de ratón
Detalle de cerebro de ratón. En verde, capilares que forman parte de la barrera hematoencefálica y, en rojo, las moléculas que unidas a la lanzadera del IRB Barcelona han conseguido traspasar la barrera y llegar al cerebro. / BENJAMÍ OLLER (IRB BARCELONA)

Si hay un órgano insustituible —por ahora—, ese es el cerebro. La naturaleza lo ha provisto de la mayor protección posible. Y no solo física, con el cráneo. Hay otra defensa igual de importante pero mucho más sutil: se trata de lo que los expertos llaman la barrera hematoencefálica. Es decir, la impermeabilización de la frontera entre el caudal sanguíneo y las neuronas para evitar que estas sean vulnerables a tóxicos, virus o bacterias que circulen por el cuerpo. Pero también frena la mayoría de los medicamentos que se le dirigen, lo que hace que las enfermedades cerebrales sean tan difíciles de tratar. Esta separación, sin embargo, no es total. El cerebro necesita alimentarse. Y es aprovechando esta necesidad como se ha desarrollado una molécula, una especie de lanzadera, que aprovecha cuando la barrera se abre para colarse.

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