Nuevos hallazgos, teorías y descubrimientos genéticos están revolucionando nuestra visión de los primeros americanos.
Por Glenn Hodges
enero de 2015
Los buzos que hallaron su esqueleto la llamaron Naia. La reconstrucción facial ha revelado que los primeros americanos no se parecían demasiado a los indígenas americanos más tardíos, a pesar de que las pruebas genéticas confirman su ascendencia común – Recreación: James Chatters, Aplied Paleoscience; Tom McClelland – Foto: Timothy Archibald
El rostro del primer americano es el de una desafortunada adolescente que murió al caer en una cueva de la península de Yucatán hace entre 12.000 y 13.000 años. Su desgracia es la suerte de la ciencia. La historia de su descubrimiento empieza en 2007, cuando un equipo de submarinistas mexicanos dirigido por Alberto Nava hizo un hallazgo asombroso: una inmensa caverna sumergida a la que llamaron Hoyo Negro. En el fondo del abismo, sus focos revelaron la existencia de un lecho de huesos prehistóricos, entre los que había por lo menos un esqueleto humano casi completo.